Pongo la
autocaravana en la zona de vaciado, y después de vaciar las grises y llenar las
limpias, me dispongo a vaciar el químico y al sacarlo saltó el botón para que
le entre aire, encontramos un muelle pero era evidente que faltaba otra pieza.
Pagamos el camping, buen precio 14,63€, y allí mismo nos tomamos un café.
Nos acercamos a los acantilados y abandonamos
Peniche.
Nos dirigimos a Óbidos, aparcamos en un parking
junto al acueducto que aunque es gratuito tiene barreras, que hoy están
levantadas, y una caseta con los precios del parking, en la parte trasera se ve
el área, junto a nosotros hay otras dos AC’s.
Óbidos es
una ciudad amurallada coronada por su castillo, casas encaladas con esquinas y
zócalos pintados en azul o amarillo, calles empedradas y jalonadas con muchas
flores, buganvillas, madres selvas,…
Antes de atravesar la muralla ya nos encontramos
puestos en la calle al estilo de los mercados medievales que ofrecen toda clase
de productos, desde zumos de naranja que te exprimen en el momento hasta
curiosos panes y dulces. Es un anticipo de lo que nos encontraremos en el
interior la maravilla del pueblo se mezcla con un inmenso bazar como es
habitual en todos los pueblos turísticos.
Entramos a
la ciudad amurallada por una torreta en cuyo interior hay un gran balcón
adornado con los típicos azulejos portugueses y palmas que supongo serán del
reciente Domingo de Ramos. A diferencia de España, las palmas no están secas
sino verdes.
Desde la
parte baja del pueblo vamos hacia el castillo visitando muchas iglesias donde
se advierte la celebración de la Semana
Santa, de la que también intentan hacer un reclamo turístico pero…
Encontramos
algo así como una Pasión viviente aunque al entrar no habíamos percibido lo de
viviente, quizás porque era mediodía y sólo había un romano que nos dio un gran
susto al moverse para preguntarnos por las trillizas.
El Castillo es amplio y bien conservado, en él se
está desmontando la recién finalizada feria del chocolate, lastima no haber
venido unos días antes.
La vuelta la
hacemos por la Vía Direita, esta si que es la calle principal llena de tiendas
donde hacemos algunas compras, entre ellas una especie de licor de cerezas que
se toma en unos vasitos de chocolate y que casi dos meses después no hemos
probado.
Comemos en un restaurante extramuros, la comida con
la promesa de un helado resulta tranquila y las tres de la tarde salimos con dirección
a Mafra.
Al llegar nos encontramos unas obras delante del
palacio, el parking señalado es zona azul y en las plazas marcadas no hay
espacios para AC, preguntamos y nos indican que se puede aparcar en la parte
trasera pero también nos enteramos que el palacio está cerrado, así que
decidimos irnos para Ericeira al camping en el que hemos decidido quedarnos
esta noche.
El camping
tiene buena pinta, la zona de autocaravanas es una isleta de unos 300 metros
para aparcar las autos a los lados y con todos los servicios en la isleta,
aunque para vaciar haría falta una manguera como tiene el motorhome inglés que
era el único ocupante a nuestra llegada. En la puerta la gente que entraba y salía no
nos dio muy buena impresión y el área de vaciado y llenado del exterior estaba cerrada,
estaban montando una estructura de madera cerrada, así que creo que adiós al
área.
Después de acomodarnos y merendar vamos a dar un paseo
por la playa, y cuando vamos andando por el camino que da acceso a la misma
entra la auto de la familia vasca que conocimos el primer día en Évora.
Volvemos a la AC para dar el día por finalizado.
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