Nos
tomamos la salida tranquila, decido afeitarme y ducharme en la auto para probar
y de lujo, calentito con el agua suficiente y lo mismo el espacio, suficiente
hasta para mí.
Cogemos
el autobús 714, no es caro 8,75 los cinco. Pero tarda muchísimo en llegar al
centro casi una hora. En una parada de Belem vemos de nuevo, y por última vez,
a la familia vasca a la que saludamos desde el autobús.
Bajamos
en la plaza Figueira, donde compramos abonos transporte para 1 día a 5 € más
0,5 de la tarjeta 7 colinas. En la cercana plaza de Santo Domingo nos sorprende
la presencia de muchas personas, hombres principalmente, de raza negra. Parece
ser que en la semi destruida iglesia del mismo nombre hubo un párroco originario
de Guinea, por lo que sus compatriotas iban allí para oírlo predicar y desde
entonces es costumbre que se reúnan allí. Después tenemos que hacer una parada
técnica en el McDonald de la Praça Dom Pedro IV. Una vez todos listos enfilamos
la peatonal Rua Augusta. Se trata de una calle turístico – comercial donde
compramos algunos recuerdos. Por el arco de la Rua Augusta desembocamos en la
Plaza del Comercio.
Observamos
y cruzamos esta gran plaza hasta llegar a las aguas que el Tajo a vertido en el
Mar de la Paja buscando el Atlántico y decidimos quedarnos allí a comernos unos
bocadillos, mientras observamos el puente 25 de Abril y el Cristo en la colina
del Almada al otro lado del estuario.
Aparece un señor que tiene una curiosa forma de alimentar a las gaviotas
y que entretiene al turisteo.
Volvemos
hacia el centro por la Rua Prata, en una tienda compramos unos zumos y una bola
de carne y queso que supongo será algo típico de Lisboa, pero la verdad es que
no es gran cosa.
Nos
vamos hacia la Catedral y allí subimos al tranvía nº28, damos una vuelta por
Alfama, hasta llegar al Castillo de San Jorge. Empieza a llover y nos
refugiamos en una parada de autobús, cuando llega subimos y nos vamos de nuevo
a la parte baja.
Vamos
al elevador de Santa Justa en el que hay una cola importante, subimos y
admiramos Lisboa desde otro punto de vista. Ya en el barrio alto tomamos un
café en una plaza junto a las ruinas del Convento do Carmo destruido por el terremoto de Lisboa de 1755. Junto
a las ruinas hay cuartel de la guardia nacional republicana cuya puerta vigila
un soldado con uniforme de gala y sable al hombro.
Nos
ponemos a andar para buscar el ascensor
de la gloria y sin querer encontramos la magnífica iglesia de San Roque,
bajamos y llegamos a la Praça dos Restauradores desde donde pasamos por la
Estación de Rosio y de allí volvemos a la iglesia de Santo Domingo en la que
admiramos su semidestruido interior, desde allí a la Plaza Figueira para
iniciar la vuelta.
Cogemos el autobús, desde donde vemos una impresionante
cola en la pastelería Belem, los franceses que van detrás de mí en el autobús
me dicen que por la mañana era igual.
Al
llegar al camping lo primero voy a vaciar y llenar. Las niñas se tranquilizan
haciendo una cruz adornada con flores y después viendo vídeos de semana santa,
que se echa de menos, y no se portan mal ni para acostarse.
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